Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

lunes

De feria...


Los respetados señor y señora élite se pasean con holgura en las mieles de una de sus predilectas tradiciones decembrinas. Es el marco de una de sus mayores festividades y ésta es la de cierre de año. Alabarán la barbarie expresada en la sangre de un animal en la arena. Será el momento propicio para regocijarse bajo la sombra ondeando sus abanicos mientras soplan a la distancia los otros; asomando su cabeza por encima de la malla. No sabiendo si podrán sentir el tan ansiado ritmo coordinado de los mamíferos perisodáctilos en su paso, pasearán por sus típicos lugares, sentirán el amarillo que el sol a su paso deja mientras se deleitan con las pacíficas rarezas alimenticias, lejos de los cereales importados y la caja blanca que no es leche sino milk.

Así siempre ha sido, el señor y señora élite mostrando al mundo su feriado y los otros rebuscándose entre las sobras. Y es que así es como se amaestra una bestia: haciéndole entender que las cosas funcionan así, que ese es el orden. Que no está bien aspirar a más sino dar muestra de la fortaleza y el temple, rebuscándose entre aquella tradicional quimera costumbrista que se erige con tal delicadeza, como si de una procesión se tratase.

Para darle un mayor colorido a esta caja de pandora que encierra a los miembros de este particular terruño con aspiraciones de ciudad, están –y por momentos estamos- los otros. Sí, este peculiar espécimen que es exhibido por el señor y señora élite como cabezas obtienidas en una larga cacería. Ese mismo especímen que otrora mantenía intactas las haciendas y ahora, además de haciendas y animales, también apartamentos, calles y restaurantes; ese que da color a las calles con el contraste entre su tez y los colores vivos, por ejemplo el rojizo del chontaduro o el verde amarillento del mango. Estos miembros son extraídos de sus laboras en la la sociedad de los señores y son trasladados a centros comerciales, con las migajas de su sueldo en papeles o tarjetas. Van a almacenes, supermercados y todo tipo de espacios y así, su sudor sufre una serie de transformaciones: primero, en las manos de sus jefes ese sudor pasa a ser convertido en papeles monetarios cada tantos días; luego, los papeles monetarios pasan a ser paquetes de alimento, bebidas y otras cosas que permitan a los suyos estar bien, o por lo menos, no cortar la continuidad de la cadena pues podrían molestarse los amos y hasta sacarlos del sistema, y eso no sería nada bueno por razones que ya han olvidado.

Los otros, sin mayores reparos, creen entender todo. Dicen ser diferentes y toman la sartén por el mango; el orden y control de las cosas es suyo. Ya se han manifestado a través de pancartas en un año de marchas y marchas, como las que los llevan de la sala al baño, marcha a un baño que es igual de productivo, cagan, cagan y vuelven a cagar, pero está bien… se descongestiona el sistema, digestivo. Se dice que hay independencia, la historia así lo ha demostrado. Contaron los amos que se tendrían derechos y nadie explotaría más, ¡y menos! haría de ellos objetos de vitrina como material de uso transferible, propiedad del portador. Ahora están las redes e interconexiones virtuales, "el mundo a través de un clic", como dirían. Salen cada vez menos de su espacio virtual y sus vecinos ya no tienen que verles sentados en los andenes viendo pasar la tarde; mejor, algunos mensajes, publicaciones en muros y por qué no algún video para amenizar el diálogo. Los mismos con las mismas, un círculo en el que ser amigo mutuo es una especie de rito de paso para entrar a compartir con otros como los otros. Importa poco si quien avala no es más que un contacto en común con el que nunca se ha departido.

La última pincelada con la que se termina de plasmar este feriado paisaje es con la profunda aspiración de los otros, que velan porque exista una pequeña ranura en la que puedan poner sus partes para así llamar la atención de aquellos que nuestra lengua no entienden. Que estos que de otros lugares vienen, logren sentirse atraídos por los productos físicos que hay. Como lo harían las bailarinas del viejo oeste, muestran que también hay piernas, traseros, sonrisas y por qué no, pieles de exportación que podrían llevar a sus países para mostrar nuevamente cómo se conquistan tierras ajenas. ¡Ah! Tan sencillo es que ni siquiera habrá que hacer uso del truco del espejo, bastará con pintar otra realidad para evitar afrontar la tediosa tarea de mirarse a sí mismo.

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