Desde el momento en que vemos la luz nos hacemos restos, pedazos
fragmentados que deambulan en busca de los trozos con los que otros se
han quedado. Quien accede a nuestros caminos, no se marchan sin antes
llevarse consigo un pedazo de piel, arrancarnos una nimia parte del ser.
Incompletos hasta el final de nuestros días. Vestigios que tras
cada paso dejan huella para volver por ellos, a recogerles, a echarles
en el equipaje. Eso somos, respiros instalados en el tiempo; imágenes
proyectadas; memoria colectiva; recuerdos inestables; impulsos
imaginarios.
No somos más que eso, ínfulas de seres vivos, humanos.