Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

viernes

En defensa de una canción

Una canción, como una sonrisa, es algo que se recibe con el alma. Cuando te obsequien una, no pienses que te están presentando un artículo periodístico, un análisis científico o un resultado deportivo. No, una canción es un pedacito de esencia que alguien, aunque no la haya compuesto, siente propio. ¿Y es que quiénes son más dueños y dueñas de las canciones que quienes las sienten? No cometas la torpeza de recibirla como un trámite para realizar; no te dejes llevar por el automatismo de la virtualidad; ve un poco más allá. Permítete leerla, encontrar en ella la sensación que emana quien te la obsequia.

Ahora bien, no llegues al punto tal de la ingenuidad de pensar que todas las canciones que te obsequian necesitan un análisis profundo de tu parte, una desmembramiento de sus componentes; eso, por ejemplo, también es una torpeza. Sabrás, porque tu propio ser te lo hará saber, cuándo se necesita de tu parte para que la magia de la música funcione. Quizá, y solo quizá, esa canción nunca volverá; y no porque no pueda serte obsequiada nuevamente sino porque cada instante es presente, al tiempo que se hace pasado, y nunca, ni en futuro cercano o lejano, volverá a ser igual, jamás.


Recuerda entonces, cuando una canción te entreguen, tómate el tiempo para sentir la otredad que en ella viene sembrada; luego sabrás si quieres armonizar con ella el momento o no; sabrás si sencillamente no es lo que quieres que se escuche en el trasfondo cuando rebobines la película de lo que estás sintiendo. En las canciones que se obsequian, y quizá sea bueno pensar en ello, se van pedacitos de esencias que danzan en el aire, buscan coincidir con esa sonrisa saltarina que es también esencia exhalada. El aire se hace armonía mientras los mensajes vuelan y toman de la mano los sentimientos.