Ser

Ser
Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

jueves

Vomito en una hoja vomitada; ajena.


He vomitado en un vómito de una hoja o algunas hojas vomitadas, hojas ajenas y tengo el descaro de rebuscar entre ese vómito algo que se pueda ingerir y lo que es peor, se crea o no, tengo el descaro de regurgitar y mostrarle a quien esté por ahí con el sentido en el aire.

(Dos puntos seguidos).

1 v ó m i t o s:

lamadresuya dijo...

Y mientras el apocalípsis pareciera tomarse la habitación, quedan esos ojos que miran el horizonte y bajo ellos, esos labios que inhalan con profundidad para exhalar con suavidad esa humarada que alcanza a torturar con la esperanza que logra sembrar para de nuevo inhalar, y de nuevo exhalar. Now.

23 de abril de 2011 21:17

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v o m i t e

(Punto aparte).

lunes

Las hermanas moscas.


Eran un par hermanas moscas, bien bonitas ellas. Tenían una particularidad: todo el día se la pasaban soñando con cambiar el mundo. Y hablaban y hablaban sobre sus grandes proyectos, presentes y futuros. A veces, cuando deleitaban un gran pedazo de mierda en algún parque o simplemente aguardaban a que se descuidara el carnicero para lamerse sus patas sobre la roja sangre, decía la menor a la mayor: No quiero que me contés todo, quiero que me contés lo que querás contarme. Y la mayor respondía: No quiero que me contés todo, quiero que me contés lo que debas contarme ¿Estamos? ambas estuvieron de acuerdo y lo hicieron saber: ¡De acuerdo! Se abrazaban con sus tantas manos.

Volaban y volaban de un lado a otro. De la carnicería iban al parque, luego a alguna cocina. Estando en alguna casa se paseaban por los baños, los habitaciones y la sala. Sin embargo al caer las noches, buscaban rápidamente la salida hacia la calle pues se sentían muy inseguras en las casas. Decían siempre: con las arañas nunca se sabe. Un día, la menor sorprendió a la mayor diciendo que debía salir a una cita. La mayor, pese a que sentía que no le decía todo lo que debía, simplemente no cuestionó pues recordó que su compromiso era que no le dijera cuanto quisiera sino cuanto debiera. En su mente repetía: Es raro, espero estar equivocada pero siento que miente..." La menor simplemente la miró antes de salir y con una sonrisa le dijo: tranquila, recordá, te contaré todo lo que sienta que te quiero contar. Sí, claro, le respondío la otra. No obstante, aunque sentía que había confusión en el acuerdo le dejó marchar y deseo buena suerte.

Había pasado una gran parte de la tarde y no lograba apartar la preocupación de su mente y su hermana no llegaba de la cita aquella. Al tiempo su hermana menor se deleitaba pues su cita se trataba de una suculenta sopa de fideos que llevaba varios días en una mesa de la habitación de un anciano que pensaba en todo menos en comida. Había mentido pues no era algo que ambas acostumbraran hacer y la otra no era muy osada. El sol brillaba radiante y como estaba acostumbrada guiarse por la luz del día, comía tranquila. De repente, sintió como si la ventana se cerrara. Luego, la puerta y si no es porque inició su vuelo rápidamente, la enfermera se la hubiera llevado en su palma de recuerdo cuando levantó el plato y los restos. La mosquita estaba muy preocupada. Veía por la ventana y ahí estaba el sol, no entendía nada. Sabía que no dormía en hogares y había decidido ir a este lugar a comer un poco y luego marchar. Pensaba en el regaño que su hermana mayor le daría. Ahora sentía que debía haberselo dicho ¡Sus regaños le hubieran impedido meterse en esas! Se sentó sobre la esquina del armario y con las muchas manos en el rostro, mientras miraba el sol como pidiendo explicación, se puso a llorar.

En lugares como este no debe llegar la noche para que la hora de dormir llegue. Lo desconocía, seguramete su juventud era la causa de que esto ignorara.

La mosca mayor se había cansado de volar de un lado a otro y tenía los nervios de punta. Se puso de píe. Tomó su saquito de tela y metió ambas alas en él. Se elevó y salió en búsqueda de su hermana. Muchas horas pasaron sin que diera con ella. Llegó la noche y consigo trajo el frío. A veces regresaba a su hogar anhelando encontrarla en casa para acestarle un regaño pero la desilusión la recibía junto a la soledad del lugar. Nada. Estuvo en todos esos pequeños lugares que siempre acostumbraban a visitar. Nada. Y cuando ya la noche había apoderado del ambiente por completo, notó una pequeña luz de un faro en una casita blanca que se veía a lo lejos. Sintió un palpito, aceleró su vuelo. Cuando llegó por fin, logró aferrarse a la ventana. Buscó muchas entradas sin encontrarlas. No veía aún a su hermana pero sentía en todo su cuepercito que ahí estaba. Era presa de la preocupación y una mala sensación. ¡La vio! ¡Ahí estaba, en la esquina del armario! Como su hermanita tenía las muchas manos sobre el rostro no la veía. La hermana mayor hacía muchos movimientos. Aleteaba y gritaba. La menor escuchó algo y al quitar sus manos del rostro y ponerse de píe vio a su hermana que estaba tras la ventana. Se puso muy contenta pero recordó de inmediato lo que un día le dijo: "Espero que nunca te toque, pero si te pasa, la clave está en que te quedes quieta, no volés y no podrá atraparte". Pero estaba muy nerviosa, no sabía si volar a su encuentro o aguardar en silencio. Simplemente temblaba de emoción y temor. De repente, vio que a lo lejos se iluminaban cuatro pares de círculos: ¡Era la araña! No soportó el estupor y de inmediato emprendió vuelo, la otra quiso salir a su rescate pero fue imposible y solo pudo ver a través de la ventana cómo su hemana se desvanecía entre aleteos envolviéndose entre los hilos de la telaraña.

domingo

Sonrisa de turno


"La música es un transportador sinigual". Mientras él decía eso, el diálogo en la sala de estar continuaba sin cesar. Ensimismado, conversaba con ese que es él cuando se encuentra con él, debatía acerca del infortunio que podría parecer su fortuna. Siempre en su mente ha tenido su suerte predilecta como un gran regalo. Sabe que tiene hermanos, hermanitas y muchas manos que puede tomar cada vez que el tiempo lo amerita, crea en sus extremidades más extremidades para entregar a quienes la vida puso frente a él su esencia en extremis; y eso que lo extremos no son tan recomendables. Mientras lee muchos libros mentales y conserva recuerdos espirituales que guarda en cofres para mortales; cofres inmortales para recuerdos de mortales, se regocija al saber cuánto le falta por aprender. Sonríe al recordar aquellas imágenes vagas que se esconden en la nebulosa en que se convierte el tiempo cuando se vive con el viento; cuando se respira más que aire y se exhala un aroma a esencia que fluye; nace, atraviesa cordilleras y como la lluvia que se cuela en su cabeza, renace.

Message de Amor decía el cantante en su canción, ésa de la que él solo recordaba el coro pues pese al desconocido lenguaje internacional, el idioma universal le permitía sentir que esa canción escribía en sus letras su sensación. Que a decir verdad, ni él mismo conocía. Sabía sí que tenía pinceladas multiformes; sabía que había tristeza que se pintaba con un fino pincel; fruto y digno de total delicadeza, también alcanzaba a sentir rasgos de alegría que se pintaban con colores y bastante nobleza; tenía una caja especial de crayones para pintar y pintar. Brasil decía el aire y el lugar tenía aroma a mujer, mientras pensaba en aquello que hará y que sabe que de mucho servirá para conectarse con ese él que es en el más allá. Siente que el tiempo pasa con la velocidad de un reloj comercial, acaba de tomar su mano y zafarlo. Mira por el costado del retrovisor, revisa que no venga nadie y sin fuerza, con mucha sutileza, lo deja caer mientras lo ve rodar y rodar, rodar y rodar por el asfalto árido.

Muerde un pedazo de naranja partida, le echa sal a otro pedazo, levanta una copa, respira hondo, en su mente brinda por el amor y entrega a todos sus acompañantes de turno, una sonrisa de turno.

miércoles

Esperanza y Desesperanza.


Y simplemente fue. Así como cuando las cosas hermosas llegan; como por arte de magia, así también se fue. Y la vida pondría la cita para que la ilusa Esperanza y la testadura Desesperanza se sentaran una frente a la otra. Eran ellas dos hermosas hermanas, toda su vida habían estado juntas y según sus propias palabras -sobre todo cuando hablaban con terceros- una no podría vivir sin la otra pues era casi como un duelo que les daba su propia vitalidad. Sin embargo, frente a frente cada una creía estar segura de tener la razón y en sí, ser la mejor opción. En un costado de la mesa un chocolate, caliente, un poquito dulce como le gusta a Esperanza. Al otro costado, frente al aroma que dejaba sentir el chocolate de Esperanza, un café negro; entre amargo y simple, así como lo pide siempre Desesperanza; sin leche. Cada una era la manifestación total de su esencia, cada una en su momento, este que era el momento. Y esperaban con atención la señal aunque tardase en llegar. No llevaban relojes pues les parecía algo estúpido. Además a Esperanza su amor por los astros Luna y Sol le habían llevado a entender el tiempo a través de ellos. Desesperanza por su parte simplemente no esperaba nada del tiempo y mucho menos del amor, de nada. Ya habían pasado a sus camas aún en silencio y casi sin pensar fue el momento: la oscuridad empezó a penetrar por la ventana de la habitación; arriba en un camarote arreglado a su manera estaba Esperanza, ella había pedido la parte de arriba pues creía que le sería más fácil cuando pretendiese volar. Por su parte Desesperanza simplemente no había pedido nada, al ver la emoción de su hermana al solicitar la parte de arriba y más aún su argumento, simplemente dijo: Abajo, creo que es para los cuerdos, como yo. La Luna siempre estaba ahí acompañando las noches de Esperanza que agradecía su compañía cantando con alegría su amor por ella, del que decía: era tan fuerten como el silencio. Esta vez su amada Luna empezó a desdibujarse en el cielo. Esperanza no podía creerlo y seguía aferrada a sus muchas cartas que había escrito, ellas bajo su almohada eran un aeropuerto al que se dirigía antes de dormir pues allí abordaba el vuelo que le llevaba a su encuentro. Eran ahora como un ancla en el mar de lágrimas que no pudo evitar. Finalmente todo oscureció, la Luna eclipsó.

Desesperanza sonreía y le era imposible evitar que se dibujara en su figura un poco de crueldad, a fin de cuentas ella era esencia en totalidad. Esperanza nunca había vivido algo así, ella no veía un cambio de color ¡Ni siquiera se cruzó por su cabeza la idea de que fuera el Padre Sol! Para ella era simplemente una manifestación de la opacidad que pueden generar las palabras cuando no se leen con los ojos si no con el corazón. Sentía que a veces la Luna se burlaba de su ilusión y era cuando le preguntaba a Desesperanza ¿Crees que me ame también? y ella le respondía: Tonta, mejor consigue una buena cantidad de libros y ven conmigo te enseño lo primero, la verdadera razón. Pese a ello se rehusaba, le era imposible hacerlo. Ella no entendía por qué a pesar de las palabras de su hermana y de que sabía que en libros encontraba mucho conocimiento, no alcanzaba a sentir que fuera la verdadera sabiduría. Ella sentía que era ella en su esencia, en su todo el complemento. ¿¡Y has sabido llamarme testaruda!? Ahí tienes tu muestra tontita. Tu, Esperanza... tu ... ¿Cuándo aprenderás? No solo de amor se vive ¡Y menos para nosotros! tan mortales nosotros... Esperanza cayó, lo que sucedía era como un viaje al rincón más helado del corazón, ese rincón que hasta ahora ella desconocía pues su amor siempre había logrado vencer todo cuanto su hermana le había dicho. Giró su cabeza nuevamente hacía la ventana, ahí donde siempre le llegaba un rayito de luz que iluminaba su camino, no estaba. La Luna parecía haber desaparecido. No eran sus ojos quienes lloraban, no era su voz la que se quebrantaba. No, nada de eso. Simplemente sentía la fuerza del viento pero no ese amable viento que todas las noches la transportaba si no uno frío que casi le lastimaba, sentía como si no subiera donde su amada sino que cayera al fondo, al vacío. Mientras su cuerpo se perdía en el tiempo y la fuerza de su atemporalidad también se desvanecía, Esperanza a hacerse aquellas preguntas volvía. ¿Será que tiene razón? ¿Será que siempre he vivido equivocada y no es el amor la verdadera razón? Oh... poderoso amor, ilumíname una vez más, hazme una con el universo. Desesperanza seguía burlándose desde abajo en su cama y en medio de una carcajada le decía: ¿Esperanza, te pido algo más? ¡Vamos, por mejores momentos! Si te pones a pensar, y eso es lo que deberías hacer, como yo, no te volverías a ilusionar con esas patrañas de los abuelos. Este es un mundo moderno, acá eso no es más que una mentira a la que llaman amor. ¡Bah! Dizque amor eterno... Esperanza nada decía pues se encontraba sumida en un profundo sueño y Desesperanza tarareaba: No se puede vivir la laa... la la la laaaa del amor...

Luís y Ángela veían cómo la tarde pintaba en sus rostros rayitos del color del Sol, con su singular alegría el parque recorrían. Estaban muy contentos correteando juntos cuando de repente: una, dos y muchas gotas a su vez sobre sus rostros cayeron. Dijo Luís a Ángela: Está llorando el cielo. Y casi dejaba dibujar tristeza en su rostro cuando Ángela rápidamente intervino: ¡No, no es eso! ¿No sabes? Luís, levantando los hombros mostraba su desconcierto. Te contaré lo que me contó mi abuelo, continúo Ángela: "Cuando el cielo está brillante es el sol andante. Si de repente el agua sientes, no te apures pues no será el cielo quien llora. Es Esperanza que cree caer ante la tristeza de las palabras de su incrédula hermana, Desesperanza.¡No!¡Pero no estés triste niña! Si eres muy atenta y crees en la magia, verás cómo se dibuja en ese mismo cielo una gran figura colorida. Exacto pequeña, el Arco iris. Es ella, Esperanza que creía lanzarse al vacío y no se daba cuenta de que en su difícil viaje el universo le había encomendado pintar los colores del amor en toda su expresión, pues esa es la verdadera razón.

Wow...

Mira Ángela, ahí está. ¿Dónde Luís? ¡Sí! ¡Ya! ¡Ya lo vi! ¡Sí era cierto! y al unisono se escucharon sus alegres voces que gritaban: ¡Que viva Esperanza! Se miraron y recordaron las palabras del abuelo: ¡Y los colores del amor! Alegres corrieron sonrientes.

lunes

Juliana y su globo en el aire.


"Hay ciertos instantes en el aire que se quedan suspendidos en el tiempo; un niño no sostiene un globo en el aire fruto de la física pues es un ser cuya razón de ser es el amor y la alegría. Mientras todos miramos nuestros relojes y qué oscuro se pone el día, él mira su globo y se pregunta ¿Cómo me trepo?

Y claro ¿Cómo no hacerlo si así podría volar junto a él y recorrer todos los caminos que pinta de colores?"


-Corazón, Juliana. Ven, acuéstate que mañana tendremos que levantarnos muy temprano.
Sí, amor, vamos a volar.
¡Sí, en un globo como esos que te gustan! Ya veras, pero antes, ve a descansar... También te amamos.

Serían las tres de la mañana y aún el dedo pulgar de la mano derecha de Juliana estaba en su boca. Aún su madre y su padre no habían decidido si era mejor despertarla o dejar que durmiera hasta cuando simplemente se despertara. Terminaron de hacer maletas, dejaron salir un par de suspiros. Se miraron a los ojos, se besaron y abrazaron, luego miraron a Juliana.

-¿Hermosa, verdad?
Sí, amor. sí que lo es.

Siguió un instante de silencio en el aire.

-¡Vení! Vamos que se nos vuela el vuelo
¡sabes que me encanta cuando jugás con las palabras amor! Muaaaack, te amo
-¡Caminá vamos!

Están ya rendidos. Los adultos miran sus relojes, y ven con desespero cuántas horas faltan. Corre el tiempo. Antes hubo truenos y relámpagos; lluvia. Ahora las hojas de las revistas se pasan rápidamente sin siquiera leerse; hay pantallas televisivas sin espectador alguno, y los adultos duermen. Juliana sigue chupando dedo. De repente, se despierta, mira a su alrededor, todos duermen. Levanta despacio su cabeza, su madre con su instinto la siente y le habla despacio. "-Hola mi amor... ¿Si ha descansado la niña más hermosa? Ya vamos a llegar. Sí, sí. ¿A ver... quién quiere una nueva casita grande de chocolate?"

Juliana dejó oír un grito: "¡Yo!" La madre con nerviosismo, y con su padre ya despierto por el grito, le habla: "Shh.. has silencio, despertaremos a todos". Juliana mira de nuevo a su alrededor, con su dedo índice tapa su boca y sonríe.


Hace mucho calor. Esa hermosa esta nueva ciudad. Juliana, mamá y papá salen con las maletas. Sonríen y dialogan sobre el clima: "¿Qué bueno a ver dejado tanto frío atrás en esa ciudad, no amor? sí, tienes razón. Ya verás que acá tendremos una merecidas vacaciones". Juliana sonríe, como un arcoiris luego de la tempestad, aparece frente a ella un señor con muchos globos, inmediatamente los señala: "¡Quiero, quiero, yo quiero!" sus padres van donde aquel hombre. "¿Cuál quieres corazón? ¿este, el rojo...? ¿entonces cuál? ¿este verdesito? Ah.. ella dice este, señor, el colorido. Sí ¡Ese! el del arco iris. Toma corazón, cuídalo mucho. Ajá, así es pequeña, lo necesitaremos para volver. Continúan su camino cuando sueltan una carcajada, luego de tomar aire: "¡No, no nena! ¡no te pares en él que aún no nos vamos!" Siguen riendo. Juliana, ¡aunque poco entendía también reía!

domingo

Monología de calle.


Los manes venían corriendo y voltearon por la esquina de la Panadería Niño Díos. Yo estaba acá, siempre estoy acá. Vi que venían pero me quedé sentado lo más de relajado con mi sacol ¡Bah! ¡Qué les iba a correr! ¡Bastante trabajo me había costado conseguir la liga para comprarlo! ¿Vos te has preguntado cómo hace uno para conseguir la liga para poder trabarse sin robar a nadie? ¿¿Te lo has preguntado?? No ¿Cierto? Entonces calláte y dejá contar. Como te decía, yo estaba ahí relajado, ahí al lado de ese contador. A mí me gustó ese ponche desde que me tiré a la calle ¿Sabes por qué? Porque uno ahí, ve, si queres acostarte, te tirás a un lado del contador ¿Si pillas? y como es salidito, vos alcanzas a usarlo hasta de almohada y te recostas en él. ¡Ja! ¡Que qué bobada! Vos sos un payaso, no sabes qué es la calle. ¡No tenes idea de pa' qué sirve un pedazo de muro que te cubra del viento! Pendejo...

¡No! ¿Cómo que no te enojes? Te estoy contando las maricadas y te pones a burlarte. Pedazo de marica... ¡Cuál hombre! ¡Agh! ¡No me hagas cosquillas! ¡jajaj! ¡Marica no me hagas cosquilla que me duele el estómago! No he comido un culo jajaja ay.. ay... ya, ya guevón pará bolas pues... Te decía otra vez, la última, si no me dejás contar esta vez ni mierda. Te decía: estaba con mi sube y baja y venían esos manes. Eran dos, uno tenía un busito gris sin manga y una gorrita roja así de pa' un lado y unos rieles blanquitos, unas nai con resortes. El otro era más pequeño, era un pelado y venía descalzo, sin camisa, era así como El Migue, el que se poncha ahí en la galería, sí, igualito. Parce vea... si no es porque la gente de la galeria me conoce, yo creo que hasta me confunden, porque venía ese cucho Gerardo con ¡culo de tus palos! y detrás de él venía Don Javier, que vos sabes que Don Javier es calmado pero cuando le sacan la mierda no come de ninguna y el cucho venía con su rula y que tin y que tales ¿Si pillas? ¡Ja! y cuando me pillaron ¡tin! de una me las cantaron: "Muelas ¿pa' onde cogieron esos manes?" yo sano. Les señalé pero estaba en mi viaje ¿Si pilla? jejeje vaya y esos manes vuelvan ¡Ja! a mí quién me ayuda. De ahí, me paré, salí a buscar a Rosa (la que me lo rosa) jajajaja ¡síza! pero no, no estaba. Andaba todo aburrido pero caliente y me tocó bajar ahí al caño a jalarmela un rato, pero vos sabes que yo soy rápido con eso. ¿¡Que qué!? ¡Tan marica! ¿Vos más rápido que yo? ¡Pareces guevón! Serás más rápido en cagarte jajaja Caminá vamos pa'l caño y me probás figura ¿!Qué!? ¿¡Acá de una vez!? ¿Es que usted es marica o qué? Ja.. si nos pilla mi agente Rentería nos guarda y la chimba... yo no voy a aguantar frío allá. Pues sí, allá uno come pero ¿¡Qué!? la chimba, ¿¡El frío quién se lo aguanta!? No.. sabe qué peluca, nos pillamos más rato ahí en el parque que ya está haciendo culo de hambre, vea ese sol... Mejor me voy pa' onde Don Chucho que allá hay una cucha que siempre compra pan al medio día porque está caliente y claro, me pilla y de una: "¿Don Chucho, de dónde será ese niño?"y la cucha sigue: "Ay.. Don Chucho, no le diga así, dizque gaminsito que usted sabe que eso Dios lo castiga. Mejor, déle un pancito de esos royal y una pony pequeña y me la apunta que yo se la pago... Ah... pues yo no sé, como usted quiera, usted verá. Sí, se le hace en especie... jejeje no, mi marido no está el viernes, por ahí a las diez porque está Doña Carmen y ella hasta que no se acaba ese Desafio no se acuesta y como es de sapa, mejor cuidar la imagen, usted sabe.

miércoles

Doña Juanita y Simón.


Caía la tarde y se escuchaban a lo lejos las gaviotas que atravesaban el cielo. Estaba Doña Juanita sentada en su sillón rojo, siempre al lado de su mesita café. Por debajo de la mesa, encima de la cama y al lado de la ventana se paseaba Simón. A pesar de que era bastante tranquilo había momentos en que parecía casi perder el control y su maullido dejaba escuchar en reiteradas ocasiones. Doña Juanita dejaba caer un poco sus enormes gafas y veía cómo revoloteaba Simón. "Loco... a Feliciano no lo queres cazar, a mí no me engañás Simón, lo amas ¿No ves que son el uno para el otro" le decía mientras apuntándolo con su dedo se ponía de píe. Metía sus pies en sus sandalias blancas y caminaba lento hacia la grabadora negra que había heredado de su padre. Siempre estaba al lado de la grabadora un cassete que tenía una cinta blanca en la que se leía: "El Ratón Feliciano". Ella buscaba entre todos, bajaba la caja y leía: "Héctor... la Fania, Celia, Sonora, Daniel... ¿Dónde estás? ¡Acá estás! y ahí estaba, siempre al lado de la grabadora. Luego cuando se le veía volver hacia el sillón, alcanzábase a oír un ruido parecido a la lluvia y de repente, como por arte de magia, un piano entraba en la casa, seguido de una armoniosa voz que decía: "Mi gato se está quejando..."

Doña Juanita sonreía mientras volvía a su sillón. No acaba de acomodarse y Simón ¡de un salto iba a parar sus piernas! un par de ronroneos y como un trompo se enrollaba.