Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

lunes

Las hermanas moscas.


Eran un par hermanas moscas, bien bonitas ellas. Tenían una particularidad: todo el día se la pasaban soñando con cambiar el mundo. Y hablaban y hablaban sobre sus grandes proyectos, presentes y futuros. A veces, cuando deleitaban un gran pedazo de mierda en algún parque o simplemente aguardaban a que se descuidara el carnicero para lamerse sus patas sobre la roja sangre, decía la menor a la mayor: No quiero que me contés todo, quiero que me contés lo que querás contarme. Y la mayor respondía: No quiero que me contés todo, quiero que me contés lo que debas contarme ¿Estamos? ambas estuvieron de acuerdo y lo hicieron saber: ¡De acuerdo! Se abrazaban con sus tantas manos.

Volaban y volaban de un lado a otro. De la carnicería iban al parque, luego a alguna cocina. Estando en alguna casa se paseaban por los baños, los habitaciones y la sala. Sin embargo al caer las noches, buscaban rápidamente la salida hacia la calle pues se sentían muy inseguras en las casas. Decían siempre: con las arañas nunca se sabe. Un día, la menor sorprendió a la mayor diciendo que debía salir a una cita. La mayor, pese a que sentía que no le decía todo lo que debía, simplemente no cuestionó pues recordó que su compromiso era que no le dijera cuanto quisiera sino cuanto debiera. En su mente repetía: Es raro, espero estar equivocada pero siento que miente..." La menor simplemente la miró antes de salir y con una sonrisa le dijo: tranquila, recordá, te contaré todo lo que sienta que te quiero contar. Sí, claro, le respondío la otra. No obstante, aunque sentía que había confusión en el acuerdo le dejó marchar y deseo buena suerte.

Había pasado una gran parte de la tarde y no lograba apartar la preocupación de su mente y su hermana no llegaba de la cita aquella. Al tiempo su hermana menor se deleitaba pues su cita se trataba de una suculenta sopa de fideos que llevaba varios días en una mesa de la habitación de un anciano que pensaba en todo menos en comida. Había mentido pues no era algo que ambas acostumbraran hacer y la otra no era muy osada. El sol brillaba radiante y como estaba acostumbrada guiarse por la luz del día, comía tranquila. De repente, sintió como si la ventana se cerrara. Luego, la puerta y si no es porque inició su vuelo rápidamente, la enfermera se la hubiera llevado en su palma de recuerdo cuando levantó el plato y los restos. La mosquita estaba muy preocupada. Veía por la ventana y ahí estaba el sol, no entendía nada. Sabía que no dormía en hogares y había decidido ir a este lugar a comer un poco y luego marchar. Pensaba en el regaño que su hermana mayor le daría. Ahora sentía que debía haberselo dicho ¡Sus regaños le hubieran impedido meterse en esas! Se sentó sobre la esquina del armario y con las muchas manos en el rostro, mientras miraba el sol como pidiendo explicación, se puso a llorar.

En lugares como este no debe llegar la noche para que la hora de dormir llegue. Lo desconocía, seguramete su juventud era la causa de que esto ignorara.

La mosca mayor se había cansado de volar de un lado a otro y tenía los nervios de punta. Se puso de píe. Tomó su saquito de tela y metió ambas alas en él. Se elevó y salió en búsqueda de su hermana. Muchas horas pasaron sin que diera con ella. Llegó la noche y consigo trajo el frío. A veces regresaba a su hogar anhelando encontrarla en casa para acestarle un regaño pero la desilusión la recibía junto a la soledad del lugar. Nada. Estuvo en todos esos pequeños lugares que siempre acostumbraban a visitar. Nada. Y cuando ya la noche había apoderado del ambiente por completo, notó una pequeña luz de un faro en una casita blanca que se veía a lo lejos. Sintió un palpito, aceleró su vuelo. Cuando llegó por fin, logró aferrarse a la ventana. Buscó muchas entradas sin encontrarlas. No veía aún a su hermana pero sentía en todo su cuepercito que ahí estaba. Era presa de la preocupación y una mala sensación. ¡La vio! ¡Ahí estaba, en la esquina del armario! Como su hermanita tenía las muchas manos sobre el rostro no la veía. La hermana mayor hacía muchos movimientos. Aleteaba y gritaba. La menor escuchó algo y al quitar sus manos del rostro y ponerse de píe vio a su hermana que estaba tras la ventana. Se puso muy contenta pero recordó de inmediato lo que un día le dijo: "Espero que nunca te toque, pero si te pasa, la clave está en que te quedes quieta, no volés y no podrá atraparte". Pero estaba muy nerviosa, no sabía si volar a su encuentro o aguardar en silencio. Simplemente temblaba de emoción y temor. De repente, vio que a lo lejos se iluminaban cuatro pares de círculos: ¡Era la araña! No soportó el estupor y de inmediato emprendió vuelo, la otra quiso salir a su rescate pero fue imposible y solo pudo ver a través de la ventana cómo su hemana se desvanecía entre aleteos envolviéndose entre los hilos de la telaraña.

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