Ser

Ser
Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

sábado

Noche de Perros y Gatos.

El vecindario era testigo de cuánto tiempo se había pasado el Perro meditando sobre la manera correcta para sorprender al gentil Gato. Era su cumpleaños y sencillamente quería verle feliz, claro tenía que queríar pasar como siempre desapercibido. No solía ser un Perro al que le gustara estar en boca de nadie y era, a decir verdad, más bien callado. Le tenía demasiado afecto al Gato y, contrario a lo que los demás pensaban –suele contrariar la realidad a los demás- en vez del tradicional concierto de ladridos y maullidos desesperantes y exasperantes, después de un tiempo habían elegido dialogar y esta sí que era una bonita relación entre el Perro y el Gato.

El Perro se echaba al lado del tarro de la basura, ese que estaba en el patio y quedaba siempre lleno en la noche, luego del día largo en casa de Los Rodríguez. Oía al Gato que sus historias le contaba: de su día en casa y su lucha constante con un ratón loco que ya era grande y con el tiempo se hacía casi como su compañero de esa comedia a la que llamaban hogar. “Doméstico” era como le decían los gatos callejeros y el Perro le repetía una y otra noche mientras la luna veía, que hiciera caso omiso de todo ello, que eran bobos aquellos y que nunca dejara de ser que estaba bien siendo como fuera. Le preguntaba entonces el Gato sobre el amor al Perro… le respondía el Perro que sí, que seguía enamorado, que se sentía un bendecido. Sonreía con ilusión y le brillaban los ojos. Al Gato le gustaba preguntarle sobre eso porque sabía que el corazón del Perro palpita con emoción y se le veía resplandecer desde adentro. Empezaba por decirle al Gato que su amor brillaba ahí, a lo alto en el cielo, resplandeciente. Que era preciosa, era hermosísima en toda su esencia y seguía y seguía el diálogo y el mar de sensaciones fluían en su boca. El Perro hablaba tan bonito sobre el amor que el Gato se quedaba dormido con el arrullo de su voz y los deseos de llenarse de lindos sueños y amar.

Así eran ellos, coincidieron en algún lugar y agradecían haberlo hecho.

Llegó el día y el Perro no sabía qué hacer, se veía nervioso. El Gato lo sentía extraño ¿Te pasa algo? le preguntó. Le respondió el Perro que no. El Gato continúo: sé que sí. Déjame ver qué traes ahí entre tus manos. ¡No! Respondió con fuerza el Perro. El Gato insistía y así empezaron a alzar sus voces. Entre forcejeos el Gato logró arrebatar un paquetito que traía el Perro. De inmediato el Perro fue tras él. Corría y corría. El Gato se subía en los techos, atravesaba por encima y debajo de las escaleras. En la persecusión voltearon el tarro de la basura, rompieron tejas e hicieron del lugar un verdadero desastre. Una y otra vez, toda la noche se la pasaron correteándose y el diálogo de otros días quedó en el olvido. Cuando empezaron a brillar las primeras muestras del sol, el Perro estuvo cerca del Gato, cansado éste de tanto correr, no aguantó el último embiste del Perro que en un intento por atrapar el paquete, logró zafarselo sin percatarse de que estaban frente a él la escoba, el trapeador y el recogedor de la basura ¡y pum! se estrellaron y se les abrió el paquete. Era una planta de muchos colores y muchas flores que invadió el ambiente con sus hermosos olores.

Había nacido un nuevo día cuando salieron de casa la señora y el señor Rodríguez. Al ver el patio dejaron escapar: ¡Otra noche de Perros y Gatos!

3 comentarios:

  1. Pero qué belleza... me has dibujado una sonrisa enorme, soñare con líos de perros y gatos que se quieren.... te abrazo!!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tus letras, esas sí que han sido un regalo lindo.

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar

Si te merece algún comentario, acá podes dejarlo: