Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

domingo

Sonrisa de turno


"La música es un transportador sinigual". Mientras él decía eso, el diálogo en la sala de estar continuaba sin cesar. Ensimismado, conversaba con ese que es él cuando se encuentra con él, debatía acerca del infortunio que podría parecer su fortuna. Siempre en su mente ha tenido su suerte predilecta como un gran regalo. Sabe que tiene hermanos, hermanitas y muchas manos que puede tomar cada vez que el tiempo lo amerita, crea en sus extremidades más extremidades para entregar a quienes la vida puso frente a él su esencia en extremis; y eso que lo extremos no son tan recomendables. Mientras lee muchos libros mentales y conserva recuerdos espirituales que guarda en cofres para mortales; cofres inmortales para recuerdos de mortales, se regocija al saber cuánto le falta por aprender. Sonríe al recordar aquellas imágenes vagas que se esconden en la nebulosa en que se convierte el tiempo cuando se vive con el viento; cuando se respira más que aire y se exhala un aroma a esencia que fluye; nace, atraviesa cordilleras y como la lluvia que se cuela en su cabeza, renace.

Message de Amor decía el cantante en su canción, ésa de la que él solo recordaba el coro pues pese al desconocido lenguaje internacional, el idioma universal le permitía sentir que esa canción escribía en sus letras su sensación. Que a decir verdad, ni él mismo conocía. Sabía sí que tenía pinceladas multiformes; sabía que había tristeza que se pintaba con un fino pincel; fruto y digno de total delicadeza, también alcanzaba a sentir rasgos de alegría que se pintaban con colores y bastante nobleza; tenía una caja especial de crayones para pintar y pintar. Brasil decía el aire y el lugar tenía aroma a mujer, mientras pensaba en aquello que hará y que sabe que de mucho servirá para conectarse con ese él que es en el más allá. Siente que el tiempo pasa con la velocidad de un reloj comercial, acaba de tomar su mano y zafarlo. Mira por el costado del retrovisor, revisa que no venga nadie y sin fuerza, con mucha sutileza, lo deja caer mientras lo ve rodar y rodar, rodar y rodar por el asfalto árido.

Muerde un pedazo de naranja partida, le echa sal a otro pedazo, levanta una copa, respira hondo, en su mente brinda por el amor y entrega a todos sus acompañantes de turno, una sonrisa de turno.

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