Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

miércoles

Quizá sea defecto de fábrica



Yo creo en los seres humanos, y sí, en una existencia llena de tantas particularidades como la que nos ha correspondido, eso me hace vulnerable. A lo mejor más vulnerable de lo que debería ser. Sin embargo, no creo que el sentido sea encontrar una coraza que me haga infranqueable. No, no lo creo. Cada instante es una chance y así lo concibo. Cada acierto me puede dibujar una sonrisa o sencillamente permitirme el placer de haber llegado a él. No obstante, no incorporo en mi proceder aquella necesidad de escabullírsele al error. No tendría sentido vivir sin errar. Quizá haya quien logre encontrar el sentido, y está bien por quien lo logre pero yo no lo logro. Puede ser también que exista algún defecto de fábrica, de esos tan comunes en personas como yo, quienes al ser puestas bajo la lupa de una sociedad hambrienta de perfección cada vez más despiadada y sedienta de almas para arrojarlas al borde una carretera oscura en la que el amanecer resulta tan lejano como cualquier señal de vida; dejan ver sus imperfecciones naturales. Personas como yo, perfectamente imperfectas.Quizá sea ese un defecto de fábrica con el que viene incorporado este yo en medio de mi perfecta imperfección.

Más allá de ello, mientras no se me inserte en el ser una dosis de veneno lo suficientemente elevada como para pulverizarme las nociones que ahora tengo, seguiré contemplando el nubloso, contaminado y por momentos sospechoso horizonte. Allá al fondo se vislumbran sensaciones que aparecen como manchas en los ojos cuando están cerrados. ¿Por qué no se oscurece todo cuando se cierran los ojos? No lo sé. Esas manchas amorfas pueden ser la muestra de nuestro paso, nuestras marcas corpóreas, nuestros registros visuales. Y yo elijo hacer de esas manchas algo digno de apreciar, de reconstruir y por qué no, un marco en el que se pueda pintar nuevamente. No soy un pintor, ni quisiera serlo nunca mientras tenga la opción de elegir, pero sí me gustaría plasmar sensaciones en esas imágenes que quedan cuando cierro los ojos. Instantes preciosos que evidenciados, como aquellas gotas danzantes que juguetean en el cuerpo hasta llegar a los labios y dibujar una sonrisa que rompe las distancias, o como todo, tal como ese montón de vida que nos hace a todos.

En este transcurrir no puedo dejar de trasegar en el rincón donde tiene lugar la basura –porque creo que es eso, basura—, aquel cúmulo de estiércol que se cuela en el lienzo y ocupa valioso espacio. No me pregunten cómo me he permitido que aquella materia fecal llegue hasta allá porque no lo sé, no tengo una respuesta para eso, por lo menos no en este momento. Lo cierto es que aquella bolsa de excremento irrumpe por momentos la libertad colorida de una combinación sensorial, se adhirie de tal forma que deja ese rastro mierdoso y oloroso. Afea la obra.

Por fortuna esa mugre cae apenas entra en contacto con la pureza y un par de soplidos bastan para oxigenar y dar brillo al final.