Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

martes

La Torcaza / El Búho. -1-

He de decir que cuando llegaron a ese lugar, la hermosa Torcaza y él, un apuesto Búho, nadie se percató de su presencia. Y no era para menos, solían ser muchos quienes transitaban por esos lares, razón por la que ésta pareja fue una más que tan solo pidió una mesa. Un par de tazas con Café bien caliente serían entonces el abre bocas predilecto para el instante a darse.

Sus ojos se llenaron de ellos, la Torcaza, con su mirada escudriñaba cada gesto que el Búho en su expresión realizaba. El Búho, por su parte, era atento como su naturaleza lo indicaba y hacía de sus oídos el mejor receptor del momento, analizaba. El momento era placentero y la compañía de ambos adornaba cada palabra que de sus bocas salía. Ella, jocosa y persuasiva, lograba hacer de sus plumas un cálido imán para aquel frío corporal que el Búho sentía. Él, con sutileza paseaba sus alas por encima de ella, como agarrando migajas en  su piel y llevándolas a su ser. Luego. Sin haberlo pedido pero recibiéndolo como si de una solicitud exclusiva se tratara, un par de Petirojos y una pequeña Gorrión con tremendísma voz, llevaron hasta ellos la alegría de la armonía, entonando con total fineza una hermosa canción.

Ella se puso de píe, avisó que volvería en un momento y elevó vuelo cercano.

El Búho se percató de la instantánea ausencia de la Torcaza, debía ella extender sus alas a unos cuantos metros. Mientras tanto, se quedaría él en compañía de su imagen dibujada con la sutileza de un obra en la que se retrata cada mirada. Llegarían en ese momento otras aves; algunas de rapiña como Buitres o Gallinazos, y otras muy bonitas: Colibríes y Palomas; dos blancas y una negra. Serían algunos minutos, no tanto como para sentir la ausencia pero sí los suficientes como para contemplar -casi con ansiedad- nuevamente la presencia. En ese mar de sensaciones, apareció nuevamente ella, La Torcaza, con su sonrisa y prolijidad, con su frescura y nobleza, casi como quien disfruta de hacerse esperar. El Búho, con tranquilidad, le permitió pasar a su lugar. Endulzaron sin premura los Cafés y en algunos sorbos los bebieron hasta el final. ¿Ricos? Si, estaban ricos. Un par de mordiscos a lo que quedaba en los platos, la cuenta y elevaron vuelo. No, aún no se tomaron de las alas pero sí volaron juntos por largo rato, hasta dar en un pequeño lugar en el que se posaron, a sus ojos se miraron y sonrieron por igual.

Estás.


Mi presencia te recuerda la ausencia,
añoras regar con cautela ¿O premura quizá? tantas migajas como
en tus manos logras portar.
Anhelas resembrar y volver a cosechar.
Más, queriendo estás poderme borrar, naufragando en tu incapacidad de olvidar.