Ser

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Es este un espacio para la interacción entre la realidad de un ser real y la experimentación surreal de un ser virtual...

jueves

El perro y la gata.


Y se acercó la Gata al Perro, aún tenía la cabeza gacha y venía dubitativa. No sabía si hablarle pese a que quería. No sabía si alejarse con todo eso que sentía. Es que el perrito la quería tanto. Ella sabía y lo más difícil era que le creía. Eso era lo que no lograba superar. Se decía: Si fuera otro, ya lo hubiera despachado, cierro y se acaba, pero es que me ama... y me ama de verdad. ¿Y cómo hago yo? Yo que tanto pedí a la vida rodearme de amor... yo que hace mucho tengo amor... También lo quiero, quizá lo amo pero no como él a mí. ¿Qué hacer?

El perrito seguía ahí sentado con sus ojos entrecerrados pues la brisa le daba en el rostro. Seguía, mirando hacia el horizonte ¿O en dirección de la gente? Ella, de a poco se acercó, le tiró unos pedacitos de comida que el perrito no ingirió y se seguía acercando. El perrito no giraba su cabeza para verla pero ambos sabían que estaban cerca. De repente, cuando hubo estado lo suficientemente cerca no atinó más que decir: Miau... y lo miró con su sonrisa tímida, esa que al Perrito había enamorado.

Él la volteó a mirar. Se quedó un segundos. La contemplaba, ahí estaba ella, gatita hermosa, siempre serena, sabia, bella. Ahí estaban sus ojos profundos como un mar que parecía ocultar los más valiosos secretos de la humanidad. Había logrado despertar en el perro ese motor desde donde se dice: se llega a amar. Sin embargo, él seguía impávido, callado. De repente respondió al maullido: Sí, podremos ser amigos, sabés que te amo pero deberás darme un poco de tiempo para entenderlo. Giró la cabeza se paró sobre sus cuatro patas y se marchó. Al fondo, por allá a lo lejos se oían los ladridos, tan vivos como el latido de un corazón.

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